La histórica Venecia, esa ciudad que recuerda a los famosos cuentos bucólicos donde se evidenciaba lo fantástico antes que lo real. Dice el famoso dicho de Henry David Thoreau que “el paraíso está bajo nuestra cabeza y sobre nuestros pies”. El arte de visitar nuevas ciudades y nueva culturas reside principalmente en las ganas por abrirte a un nuevo mundo, que sea un motor constante y renueve las ganas de seguir disfrutando del vivir. Italia es aquel país que nunca sabes a dónde te puedes dirigir. No es ese país que tienes tan clarificado el destino para el que quieres dedicar tu tiempo, es ese país que te hace meditar y rodearte una variedad de posibilidades que acaban provocándote un sinfín en la cabeza. Roma, Milán, Nápoles, Florencia, son múltiples las posibilidades que abarcan una necesidad por abrir la puerta del qué veré antes que el a dónde voy.

El transcurso de la vida nos incita a querer abrirnos a mundos por conocer, a dar ese salto de valentía hacia lo que está por venir y eso es la clave que nos hace trabajar nuestra madurez sociológica y cultural. Los seres humanos somos testigos de lo que queremos ver y de lo que queremos sentir en nuestro recorrido y esa sensación preseleccionada ya abre nuestras puertas hacia evocar nuestra plenitud alcanzando un lugar que nos corresponde, un lugar que se adecúe a la ciega ilusión por encontrarnos felices con nosotros mismos y a conocer DÓNDE queremos estar. Y esa pregunta sólo se responde si sabemos elegir en qué lugar merecemos estar.

Italia tiene entre sus manos un sitio que es pura denominación de origen, un sello de identidad que sirve como espejo para el mundo. Y ese sello se llama Venecia, la única Venecia. Y digo única no sólo por su gran variedad de canales que rodean la ciudad y la hacen de ella un sitio exclusivo en nuestro planeta, me refiero a única por el aura que se respira bajo ese sol. Empezando por esas góndolas que te trasladan a películas idílicas, esas casas que iluminan la ciudad en un color ávido y pintoresco evocando una percepción de que te encuentras sobre un óleo sobre lienzo.

Venecia es esa ciudad que no te cansas de visitarla, que no te acaba de llenar el saco de la ilusión y siempre te quedas con las ganas de querer saborearla más. Venecia tiene magia, tiene la magia de pasear por puentes de fantasía que te mantienen en el centro del mundo como callejones pequeños que despiertan la intriga de saber cuál será tu paradero. Aquella ciudad dónde los amaneceres y atardeceres fingen ser una mirada fija del sol hacia ti que se dirige con un mensaje de disfrutar el momento. Esa sensación de que florece un sentimiento de tranquilidad y paz en tu cuerpo que te mantiene en deuda con la búsqueda del disfrutar, del saber dónde estás y de que el mundo tiene rincones que sólo conoceremos si nos abrimos a descubrirlos con la convicción de que esa dosis de descubrimiento nos dará un impulso para ser felices. Como persona y apasionado de viajar, sólo puedo decir: Grazie, Venezia.

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