Se acerca Nochevieja y el inicio de 2024, y con ello la efectiva confirmación de que un año entero ha llegado a su fin. Cuántas cosas han pasado, gente nueva hemos conocido, experiencias hemos vivido, comida nueva hemos probado, viajes hemos hecho, y un larguísimo etcétera (como todos los años, vaya). Y aunque no lo queramos, todo lo dicho pertenece al pasado ya, dejando tras de sí recuerdos memorables. ¡Qué gran tiempo hemos pasado! Tiempo. Qué gran enigma, el mayor de ellos posiblemente. El concepto de tiempo ha sido, naturalmente, un tema central en la filosofía; y la perspectiva de un autor tan rompedor como Friedrich Nietzsche nos ofrece una mirada profundamente vitalista y provocativa sobre este tema.

El filósofo alemán, conocido por su crítica a la moral tradicional, su filosofía del martillo (que pretende derribar todo lo impuesto hasta el momento), y su búsqueda de una afirmación radical de la vida, abordó el tiempo desde una perspectiva que desafía las nociones convencionales. Y esto es algo renovador y que nos debe interesar, porque somos los primeros que llegamos a fin de año tal y como empezamos el anterior: con la sensación de que podríamos haber hecho un poquito más.

Para Nietzsche, el tiempo no es simplemente una sucesión lineal de momentos, sino que está intrínsecamente ligado a la vida misma. Su filosofía vitalista enfatiza la importancia del presente y la afirmación de la existencia individual. Consideraba que el ser humano debía vivir de manera apasionada y plena, abrazando la voluntad de poder para crear su propia realidad y trascender las limitaciones impuestas por la moralidad convencional.

En el contexto del fin de año y el comienzo de uno nuevo, Nietzsche ofrece una perspectiva singular. Estos momentos, antes de 2024, se nos presentan como oportunidades para la reflexión profunda y la evaluación de nuestras vidas. Siguiendo su filosofía, en lugar de caer en la melancolía o la conformidad, hemos de utilizar esta transición temporal como un recordatorio para reevaluar nuestras acciones, deseos y valores.

El «eterno retorno» nietzscheano, la idea de que todo acontecimiento se repetirá infinitamente, nos invita a considerar la trascendencia del momento presente. ¿Qué acciones, decisiones o pensamientos elegiríamos si supiéramos que tendríamos que vivirlos una y otra vez, hasta el infinito? Al acercarnos al final de un año y al inicio de otro, podemos adoptar una actitud nietzscheana al revisar nuestro pasado reciente y proyectarnos hacia el futuro.

Este período, según Nietzsche, es una oportunidad para desafiar las normas establecidas, cuestionar las convenciones morales y buscar nuestra propia autenticidad y vitalidad. En lugar de buscar resoluciones rígidas (adelgazar 10 kg, viajar a 5 países, tener novia, empezar a ir al gym, etc.), mejor buscar la capacidad de adaptarnos y evolucionar constantemente, abrazando la naturaleza fluida y cambiante de la existencia con pasión y entusiasmo. Que el cambio de año no solo marque una fecha en el calendario, sino que se convierta en un símbolo de renovación y reafirmación de nuestra voluntad de vivir de manera auténtica.

Para terminar, la filosofía del tiempo de Nietzsche, arraigada en el vitalismo y la afirmación de la vida, nos ofrece una perspectiva valiosa para abordar el final y el comienzo de un año. Nos desafía a reflexionar sobre nuestras vidas, abrazar el presente con pasión y voluntad de poder, y aprovechar estos momentos de transición para afirmar y reafirmar nuestra existencia en constante evolución: vivir una vida de tal manera que quisiésemos repetirla eternamente. Y esto se consigue año a año, no de golpe. Como dijo más famosamente Mel Gibson dando voz a William Wallace: “Todos los hombres mueren, no todos los hombres realmente viven”. Vivamos realmente, pues, este 2024.

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