“El mundo musulmán no está unido”, así empieza el profesor y doctor en Historia, Isidoro Jiménez Zamora, su análisis de la complicada situación política que atraviesa el entorno internacional

«Cuando hablamos del conflicto de Oriente Próximo, que se ha recrudecido a partir de los acontecimientos del pasado 7 de octubre, hay actores que de modo directo o indirecto están pugnando por determinadas parcelas de poder e influencia. De influencia sobre todo regional y casi internacional». Isidoro Jiménez Zamora, periodista, historiador, doctor en Historia Moderna y experto en política internacional y conflictos globales, acompañó a El Capital hace unas semanas en un intento de tratar de organizar las esparcidas piezas del puzle que en la actualidad componen el panorama geopolítico, partiendo desde una perspectiva que concierne a Israel y Palestina, y que atraviesa un laberinto de comunicaciones y diplomacias hacia Occidente, en los grandes Gobiernos y las diferentes potencias.

“El mundo musulmán no está unido”, es uno de los titulares que ofrece Jiménez Zamora, sabedor de que la diáfana disyuntiva entre las ramas del islam ha podido ser uno de los orígenes del conflicto que observamos hoy en día.

Chiismo y sunismo

El islam, a modo de introducción, encontró en la separación de dos grandes vertientes –chiismo y sunismo– una forma de evolucionar a través de los siglos, y no fue sino esa división la que años más tarde determinó los grandes núcleos de presencia islámica en Asia y África. «Entre finales de siglo XX y lo que llevamos de XXI se ha acentuado una gran división entre los seguidores del sunismo y lo que son miembros de la rama del chiismo. Se diferencian por el seguimiento que hacen del islam en función de si el islam debe ser una religión a partir de lo que dicen los sucesores del profeta Mahoma o bien si tiene que ser el resultado de una serie de textos que se han ido incorporando con los pasos de los años a la religión y que no responden exclusivamente a lo que dicen las personas directamente implicadas con el origen del islam».

«Todo eso se ha trastocado y estamos hablando de dos grupos bien diferentes y bien asentados en dos espacios regionales muy claros que están pugnando por el control del mundo musulmán en prácticamente todo el planeta»: Irán y Arabia Saudí. «Hay muchos problemas en sus relaciones y un enfrentamiento casi radical entre ellos. Esto explica casi todos los movimientos, sino todos ellos, los que se están produciendo en la zona desde hace años».

Y es que, fruto de ese litigio intrarreligioso, proviene una serie de conductas amenazadoras con objetivos muy dispares y que, en ocasiones, juega con los intereses internacionales para aliarse con una fuerza u otra.

Irán, Arabia Saudí y el radicalismo

«Evidentemente, en esta operación que aparece en los medios diariamente nosotros sabemos las posiciones de Teherán (Irán) y de Riad (Arabia Saudí). Estos dos países encabezan los grupos mayoritarios del chiismo y el sunismo. De una manera transnacional, su objetivo es que su vertiente lidere el mundo musulmán más allá de sus fronteras. De ahí los intereses de Irán con milicias como Hezbolá en el sur de Líbano o los hutíes en Yemen, y de Arabia Saudí, que juega en muchas ocasiones a tener unas posiciones más moderadas del planteamiento general del islam a nivel internacional, pero también con dosis de radicalismo, como el terrorismo, con Al Qaeda y más tarde con el Estado Islámico. Es un radicalismo suní que coincide un poco con el mundo chií, ya que tienen un enemigo común que es Occidente. Consideran que ha habido una imposición de los occidentales haciendo fronteras, diseñando países, imponiendo estructuras».

Si queremos estudiar el mundo musulmán, debemos saber que uno de los grandes problemas es la propia división y enfrentamiento de musulmanes contra musulmanes

Isidoro Jiménez Zamora

«Si queremos estudiar el mundo musulmán, debemos saber que uno de los grandes problemas es la propia división y enfrentamiento de musulmanes contra musulmanes. El Estado islámico oficialmente tiene su origen en 2014, con al-Baghdadi y viene fundamentalmente de Al Qaeda, grupo formado a finales del siglo XX , con Bin Laden a la cabeza y que provocó varios atentados y golpes contra Occidente. El Estado islámico se propone como califato internacional, que tiene conexiones en Oriente Próximo, África y Asia. Su objetivo es que en todos aquellos territorios en donde el islma ha estado presente a lo largo de la historia se forme una única unidad. El Estado islámico se diferenció de al Qaeda por diferencias de entendimiento, aunque vienen de un objetivo común: el sunismo radical. Occidente es el enemigo».

Israel

Con respecto a la causalidad de la cuestión, son varios los factores que parecen afectar a las posiciones geoestratégicas de los diferentes actores involucrados en el entramado que clava sus raíces entre los continentes europeo, asiático y africano, con influencia en todas las áreas y con un grado de alusión de meridiana relevancia en torno a las grandes potencias occidentales y orientales, como Estados Unidos y China. Sin embargo, el punto sobre el que giran la mayor parte de aristas radica en la religiosidad, en una dilemática que ha roto sin duda el ecosistema de convivencia islámica en Oriente Próximo con la aparición hace poco más de 75 años de Israel.

«No se puede entender el problema actual sin la religión. Israel llega para quedarse y para consolidar un país que no existía. Es una región de mayoría judía, un país hebreo. Después de siglos de persecuciones y después de un holocausto, Israel se crea; el plan de partición de la ONU fracasa. Es un país que llega impulsado por Occidente. Podemos hablar de Israel como un enclave occidental, además de ser un país democrático aupado por los occidentales, sobre todo Estados Unidos. Se va haciendo poco a poco más poderoso, lidera la zona y pugna por mantenerse con solidez en el territorio musulmán».

Este es sin duda el aspecto que ha incendiado la situación: la presunta coalición de Estados Unidos con Israel y el supuesto apoyo de una Arabia Saudí que en más de una ocasión no ha rechazado aliarse con Occidente, a fin de gobernar sobre sus hermanos musulmanes, tener una mayor apertura al mundo y gozar de beneficios en las importantes asambleas globales.

«Arabia Saudí, desde su fundación hace un siglo como reino, es un país que ha tenido intereses con el mundo occidental de todo tipo, en la geoestrategia, en los recursos, y que con el sunismo moderado ha tenido buena relación con Washington, buena relación con Bruselas y de algún modo ha sido un actor que ha intentado apaciguar ánimos en Oriente Próximo».

A partir de este periodo de relaciones no del todo fructíferas, los miembros del escéptico mundo musulmán y los Estados islámicos más reacios al comienzo de negociaciones con entidades como la OTAN y la UE no tardaron en rechazar la unión de Riad a Jerusalén (entendida según la ONU como capital israelí).

«El episodio de hace unos meses se debe a que los radicalismos de un lado y otro no han visto con buenos ojos que Israel esté abriendo sus lazos diplomáticos con algunos países musulmanes algo más moderados a partir de los Acuerdos de Abraham que se pusieron en marcha en la administración Trump y que fueron quizá demasiado lejos para los enemigos de Arabia Saudí, los iraníes. Irán ha hecho saltar por los aires los acuerdos que Israel estaba forjando con Arabia y con otros países del entorno musulmán para intentar que los israelíes estén más aislados, para intentar dirigir el mundo musulmán ellos y no los otros. No reconocen a Israel y no están conformes con la creación de un Estado exclusivo de judíos».

«Hay un mundo musulmán más conciliador, más abierto, y hay otro que se niega a sentarse a la mesa a conversar porque cree que Israel no es un Estado».

¿Israel es Occidente?
Israel geográficamente no es Occidente, pero evidentemente está en la órbita occidental desde el punto de vista geopolítico y geoestratégico.

«Ningún actor es de fiar porque todo pasa por luces y sombras. Israel lleva muchas décadas de existencia, con muchos miedos en su desarrollo, con guerras de por medio. Queda la sensación de que a veces se sobrepasan unas líneas, en términos de derechos humanos, de relaciones diplomáticas, de controlar los tiempos. Desde Occidente, se ve con estupor que a los israelís no le hayan importado los efectos colaterales que ha supuesto la muerte a día de hoy de más de 25.000 personas y la desaparición de la Franja de Gaza tal y como la conocemos desde las últimas décadas. Es un precio quizá demasiado alto y desde las posturas occidentales a veces es difícil verlo con cierta racionalidad. Israel ha jugado sus bazas, conoce el territorio, sabe que sin la neutralización de Hamás puede haber mayor conflicto».

«Se está generando un sufrimiento humano en los gazatíes, pero es difícil. No es un tema que resuelva con un sí o un no. Israel es un Estado fiable para Occidente, pero que se ha visto obligado a efectuar algunas acciones que no se entienden bien en los núcleos occidentales».

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