La selección germana de Julian Nagelsmann goleó por 5-1 al equipo de Steve Clarke

Hay días que están destinados a quedar en la historia y en la memoria colectiva sin importar lo que pase. Los partidos inaugurales de torneos importantes, como los de la Eurocopa o Mundial, son algunos de ellos. La cuestión que siempre está en duda es el cómo. Hay encuentros que todos los espectadores del fútbol tienen la desgracia de no poder olvidar, por el aburrimiento que acarreó, mientras que hay otros que forman parte de los momentos icónicos que han sembrado el amor por el deporte en los aficionados del balompié.

El partido inaugural de la Eurocopa 2024 ha contado con ambas caras de la moneda. Para los alemanes, un día de fiesta. Una fecha que aprovecharon para revalidar su candidatura al título y que fue muestra de la brillantez futbolística que caracteriza a los alemanes. Los cinco goles probablemente no sean tan importantes para ellos como la sensación de orden y agresividad que siempre se le exige a la selección alemana. 

Pero para los escoceses el recuerdo será totalmente distinto. Llegaron a suelo alemán con alegría y entusiasmo. Además, cuentan con la mística de tener una de las mejores canciones de cualquier selección. No obstante, Florian Wirtz no tardó en evaporar la ilusión del combinado de Steve Clarke con un disparo fuerte y preciso que el guardameta Gunn no alcanzó a desviar. Lo que no sabía Escocia es que su pesadilla solo estaba por empezar. El segundo gol alemán dejó claro a los 19 minutos que los de Nagelsmann estaba varios pasos por encima de sus rivales. Pase filtrado de Gündogan, control perfecto de Havertz en el área y un chut con toda la fuerza de Musiala.

A partir de ahí, todo se vino abajo. Ryan Porteous acometió uno de los pecados capitales de cualquier defensor, una falta en el área. Eso le costó a su país la pena máxima. Tarjeta roja para él y penal para los locales. El encargado del disparo desde los 11 metros fue el jugador gunner Kai Havertz. Al minuto 68, Fullkrug empujó el balón hacia a la red con otro chut lleno de rabia germana. 

El resto del partido fue un trámite. La segunda mitad del encuentro se caracterizó por el control y la paciencia de los alemanes y la desesperación con desgana de Escocia. Porque hoy no apareció ninguno de los cracks del combinado scot. Ni el capitán Robertson, ni el goleador McTominay, ni siquiera el carismático y luchador McGinn presentaron su espíritu luchador en Münich. Hizo falta que Rüdiger anotase un gol en propia para que los británicos no se quedasen con las ganas de celebrar un tanto. Pero ese pequeño atisbo de alegría no pudo perdurar. Los alemanes no le dieron respiro a sus rivales hasta el final del encuentro. Emre Can recibió un balón en el borde del área y también la envió al fondo de la red.

Hoy fue un día espeso para unos y de fluidez para otros. Un día de felicidad para los alemanes y de decepción para los escoceses. Porque resulta que en el fútbol, como en la historia, todo depende de quién te lo cuente.

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